domingo, 29 de abril de 2018


ENAMORAMIENTO

Al verla presentí 
que un hecho venturoso
llenaría mi existencia.
De su pecho nacieron, de repente,
lirios no plantados
y el aroma de su cuerpo me envolvió
con el perfume de las flores
que adornaban su regazo.   
Bastó que me mirara solo una vez,
para notar mi corazón atravesado.
Sentí el aire puro rellenando mis pulmones
elevándome en aluvión de emociones
hasta alcanzar las copas de los árboles.

"Me llamo Clara ¿y tú?"
—me dijo, ingenuamente—.
"Desde ahora llámame solo Amor"
—respondí, como Romeo—.

Cuando sus labios rozaron mis mejillas,
supe ¡al fin! que el amor
es un sublime estado del ánimo
que agolpa sensaciones en la mente
sin que exista manera de explicarlas,
sin que comprendas que una palabra
pueda sanar todas las heridas del alma.

Lo confieso: ¡Estoy enamorado!

Las estrellas son luceros
en el balcón de esa mirada
en donde crece entre flores mi fortuna.
Su cabello de seda
desciende hasta el talle
y se ensortija en mis manos cuando lo acaricio
desprendiendo esencia a lirios:
esa misma que en mí permanece,
cuando la ensueño.


Fotografía de David Dunistkiy


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jueves, 26 de abril de 2018


LA REFORMA
Crónicas de mi Periódico                       26 de abril de 2018

DÍA DE LA COMUNIDAD Y DÍA DEL LIBRO

Después de que España se fracturara en Autonomías, y estas pudieran acceder al autogobierno según quedó escrito y aprobado en el Título VIII de la Carta Magna, los pequeños Reinos de Taifas comenzaron a tener ciertas potestades como fueron el diseño de su propia bandera y ¡cómo  no! la elección de una fecha festiva que conmemorara un hito histórico relevante que hubiera tenido lugar dentro de los límites de los nuevos territorios. A mi modesto entender, no anduvieron muy afortunados quienes en abril de 1986 eligieron para Castilla y León la fecha de una derrota ocurrida un funesto 23 del mismo mes de 1521, en donde tropas insurgentes se levantaron en armas contra el poder legal de aquel momento. Como sabemos, los cabecillas de aquella revuelta comunera: Bravo, Padilla y Maldonado, fueron derrotados y ajusticiados para ser elevados, posteriormente, a la categoría de héroes por la sabiduría del pueblo que, siglos más tarde, tacharía de golpistas a los que sublevaron contra el Orden legalmente establecido. No entro en consideraciones políticas, porque huyo de toda discusión y, siendo liberal de condición, admito todas las opiniones siempre que estén medianamente razonadas, pero es curioso constatar como la vara de medir acontecimientos históricos, no es una unidad de medida "patrón" y cada uno la aplica según sus propios intereses.

Lo cierto fue que desde esa desacertada elección, los castellanoleoneses que se tienen por tales, han de repartir su presencia y su preferencia entre acudir, bandera en mano, a la Campa de Villalar de los Comuneros, para hacer "patria" intentando resurgir desde el recuerdo de la amarga derrota, o encaminarse a los puntos de venta que se alzan en lugares céntricos de sus ciudades y celebrar la victoria de la cultura y del pensamiento con la adquisición de algún libro que aumente su caudal cultural. Personalmente, considero más interesante esta segunda opción que rememora a tras genios de la Literatura Universal como fueron Garcilaso, Cervantes y Shekeaspeare.

Así lo he hecho, también este año, acudiendo a esta cita con el mundo lector. Debo confesar, que me resulta muy atrayente observar el agitado revolotear del personal en torno a los frágiles tenderetes que, muestran sin ningún pudor, los lomos de diversos volúmenes o los desnudan quedando su interior expuestos a la observación de quien quiera hojearlos, si bien es cierto que, como Adán y Eva, cubren, pudorosamente con hojas, el encanto de su intimidad.

El olor del papel es un aroma peculiar y seductor que me lleva a curiosear estas perlas que no se encuentran en ninguna joyería y que, sin embargo, embellecen el espíritu de quien, viviendo en este mundo, sueña con otras metas, con otros horizontes alejados de la cotidiana materialidad.

Tanto para los que están conforme con la gesta de Villalar, como para los que no, para los que leen, como para los que pasan de la literatura, el día 23 es un día de Fiesta que hay que disfrutar al máximo en esta recién estrenada primavera. En eso coincidimos todos, y en que ha sido un lunes en el que no habido que trabajar, también.

¿Veis cómo no es tan difícil ponernos de acuerdo?


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domingo, 22 de abril de 2018


CONVERSACIONES CON ÓSCAR (VIII)



Desde hace unos días, y con una estupenda afluencia de espectadores, se proyecta esta película que ha supuesto un aldabonazo en las conciencias de cuantos la hemos visionado.

La sinopsis de la película es muy sencilla: Marco (Javier Gutiérrez) es un entrenador profesional de baloncesto que a consecuencia de sufrir un accidente de coche por conducir bajo los efectos del alcohol, es condenado por la jueza a un trabajo social consistente en entrenar a un equipo de discapacitados intelectuales. Al principio, esta ocupación es aceptada de mal grado por el entrenador que considera el castigo un tanto humillante pero, a medida que va conociendo la personalidad de sus jugadores, se va operando en él un cambio de actitud: quizás la misma que experimenta el espectador.

Y es que la cinta nos hace recapacitar sobre el modo con el que nos relacionamos con estas personas que tienen un tipo de minusvalía evidente, quizás más llamativa que otras carencias que podemos tener los demás y que, tal vez, pasen desapercibidas, lo cual no quiere decir que por ello seamos seres superiores.

Para mí el éxito de la proyección consiste en que, lejos de despertar en nosotros sentimientos de compasión, nos hace ver a estos enfermos mentales como personas iguales a nosotros en muchos aspectos y diferentes en otros, lo que nos incita a sumergirnos en su mundo y a conocer en profundidad a estos semejantes "peculiares" y a no aislarles por el hecho de tener distintas capacidades. Es de sobra conocido que no existen dos mentes iguales y de que el concepto de "normalidad" es muy subjetivo. La ingenuidad, la trasparencia y el natural modo de actuar ante las cámaras de estos actores noveles, nos conmueve, provoca la hilaridad en ocasiones, y siempre nos motiva a la reflexión, siendo casi imposible que nuestros ojos no se humedezcan ante tal cúmulo de confrontadas sensaciones.

Buena la dirección de Javier Fesser como estupenda es la interpretación de los profesionales: Javier Gutiérrez, Itziar Castro, Luisa Gavasa y Daniel Freire. Del elenco de componentes del equipo de baloncesto, solo añadir que trabajan como auténticos actores de reparto.

Por lo que he escrito, podéis deducir mi interés para que vayáis a verla; es más, recomendaría a los profesores que la propusieran a sus alumnos como actividad extra académica de contenido formativo y convivencial.

domingo, 15 de abril de 2018


EL ECHADOR DE CARTAS

Para él, en cuestiones de amor, nunca hubo buenos tiempos. Paco, un oficinista próximo a la cuarentena, había tenido varias novias y de aquella relaciones conservaba el sabor amargo de la frustración. El primer amor apenas le duró unos meses: María parecía tenerlo todo pues, a sus veinte años, amén de lozanía, desprendía alegría y vitalidad por doquier. Era tan aficionada al baile, que a Paco no le quedó más remedio que matricularse en una Academia de baile y aprender a moverse, a marchas forzadas, al ritmo de la música caribeña. La experiencia no resultó del todo satisfactoria, porque poco dotado para el movimiento convulsivo de caderas, María aprovechó esta circunstancia para que, con el pretexto de no recibir más pisotones, bailar formando  pareja con el dueño de la Academia; pareja con la que siguió practicando en horas no lectivas y no siempre con música.

Tras la primera decepción, que dicen que es la que más duele, conoció a Mamen que era el polo opuesto  a María. Seria, responsable y hogareña, parecía concentrar en su persona los valores que un hombre busca en la futura madre de sus hijos, pero tampoco en esta ocasión la suerte acompañó las pretensiones amorosas de Paco pues, Mamen tan solo quería salir de paseo los domingos después de Misa de doce y si el novio deseaba saludarla entre semana, tenía que ser, forzosamente, en el trayecto que mediaba desde el portal de su amada hasta la Iglesia en donde acudía diariamente a rezar el Rosario, seguido de Exposición y Misa. En total, más de hora y media dedicadas al amor divino  y solo cinco minutos al amor humano, justo el tiempo que tardaba en regresar a casa. A Paco le pareció demasiada tanta beatería y aunque, para entonces, ya había aprendido un gran número de oraciones, jaculatorias y letanías, decidió dejar a Mamen rezando en solitario los Misterios del rosario, en vista de que para él, todos los días recitaba cincuenta Ave Marías de Misterios Dolorosos.

La siguiente experiencia fue la peor de todas: Buscó en la sección de contactos de un periódico, números de teléfono que le rescataran de su soledad, y de las cuatro citas que concretó, tres resultaron ser de mujeres de la vida y en la última, conoció a un travesti.

Recluido en su casa, ni los libros ni la música y mucho menos la televisión, satisfacían sus ratos de ocio, porque nada en su mente reemplazaban el secreto deseo de encontrar el amor. Llegó a pensar que un extraño maleficio se había apoderado de él forzándole al celibato y, en plena crisis obsesiva, recurrió a las esotéricas artes de un afamado echador de cartas, a fin de que le revelara la causa de su infortunio y, a ser posible, predijera su porvenir en el asunto que le atormentaba.

Vestido al estilo oriental, cubierta la cabeza con un turbante cachemir, rodeado de cientos de imágenes y a la tenue luz de una vela roja de hachón, el Mago Tellín, recibió a Paco en una atmósfera de sofocante olor a incienso. Tras unos minutos en los que Paco expuso el motivo de su visita, el Mago Tellín primero guardó silencio durante unos segundos y, acto seguido, comenzó a colocar cartas sobre la mesa, acariciándose en cada colocación, la perilla. Al cabo de unos instantes que a Paco se le hicieron eternos, emitió su diagnostico:

Has tenido un pasado desafortunado—pronunció con afectada gravedad—, pero a partir de ahora barrunto para ti un futuro esperanzador. Veo una mujer en tu vida que te dará toda la felicidad del mundo. Es rubia, muy femenina y, desde hace tiempo está intentado darte todo el amor que posee. Te amará incondicionalmente. No rechaces su afecto a pesar de que te supera en veinte años y es más bien regordeta, pero en su compañía, tendrás la fortuna de vivir en un ambiente hogareño. La felicidad te aguarda. Eso es todo—concluyó.

Gracias, Mago Tellín. Su predicción me llena de felicidad—respondió, Paco, emocionado. ¿Qué le debo?

Ha sido un caso complicado—argumentó el Mago—, con quinientos euros pagarás parte de mi esfuerzo mental.

Paco regresó a casa con una alegría inmensa. Se sentía ligero, ilusionado y con unas enormes ganas de encontrar cuanto antes a esa mujer que le amaría sin condiciones.

Ya en casa, contó a su madre todo lo sucedido, pero a medida que avanzaba en la narración se fue dando cuenta de que el pelo rubio, la edad, las hechuras, absolutamente todo lo que contemplaban sus ojos, se correspondía con las de la mujer soñada que el Mago le había descrito. ¿Cómo no haberse percatado antes del engaño? Omitió la decepción a su madre y pretextando dolor de cabeza se retiró lloroso a su cuarto. Al desvestirse, sus ropas seguían oliendo a incienso y mirra. El oro se lo había quedado el Mago Tellín.


jueves, 12 de abril de 2018

PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA" (45)
CAPÍTULO VI
La ilusión
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A todos nos pareció bien la idea, sobre todo a Daniel, que no acababa de entender la rigidez en los horarios y en las normas de mi casa en comparación con las que regían en la suya, mucho más liberales.

Sin la presencia de Nacho, no tenían sentido las visitas programadas, y los cuatro decidimos recorrer las calles contemplando la animación y la algarabía originada principalmente por niños que, junto a sus familias, acudían a presenciar el desfile de la Cabalgata de Reyes. A Goyita se la veía disfrutar un montón, seguramente por ser la primera vez que iba del brazo de un espigado muchacho, y no dejaba de reírse con cualquier motivo, mientras que a éste parecía no importarle que algunos a su paso miraran con descaro las formidables hechuras de la joven. Cécile y yo, contagiados por el ambiente festivo, comenzamos a dirigirnos la palabra y a entretener la mirada más tiempo en nuestras respectivas caras. Con la disculpa de que un fortuito empujón estuvo a punto de hacer rodar por los suelos la frágil figura de Cécile, le cogí la mano con instinto protector y ella no la retiró, al contrario, mirándome pícaramente me susurró: “Lo estaba deseando”. Aquella frase hizo sentirme el hombre más afortunado y querido de la Tierra. En aquel momento perdí la referencia de dónde estaba y a dónde iba. Mi vista quedó concentrada en el color castaño de su pelo corto, peinado a lo “Sabrina”, en la suprema elegancia del pañuelo de seda anudado a su cuello y en el modo en que el abrigo de paño azul marino, de amplia botonadura, se ajustaba a sus hombros. Por momentos me recordaba, en la grácil manera de caminar junto a mí, que era la mismísima Audrey Hepburn, frágil y enigmática en apariencia, y yo, naturalmente, Humphrey Bogart, pues no en balde había visto la cinta dos veces, atraído por la belleza de la protagonista. ¿Habría imitado Cécile deliberadamente el vestuario de Givenchy? ¿O tendría que ver su elegancia con la sangre francesa que corría por sus venas? Deseché estos interrogantes estúpidos cuando me volví para contemplarla de nuevo. Sus ojos me parecieron únicos porque además de su tonalidad extraordinariamente bella, me devolvieron la mirada de una manera especial e inolvidable.

Tanto romanticismo se calmó cuando a Goyita se le abrió el apetito tras ver pasar a los Reyes Magos, y nos propuso lo que presumíamos que más pronto que tarde, inevitablemente ocurriría:

―Con tanto tiempo de pie estoy desfallecida. ¿Qué tal si tomamos algo? Hoy parece obligado probar el roscón. Muy cerca de aquí hay una confitería que es el no va más de las frutas escarchadas, con las que decoran este tipo de dulces.

Y nos dirigió hasta dar con ella bajo los soportales de Cebadería. Por la familiaridad con que trataron a Goyita, deduje que no debía ser la primera vez que nuestra amiga visitaba el establecimiento. Conocía la especialidad de la casa en todas sus modalidades. Pidió un roscón relleno de trufa, que compartimos, y no se negó a probar en solitario un buen trozo de otro de nata montada, que la dependienta amablemente le ofreció con la seguridad de que al día siguiente, uno de gran tamaño sería el postre de los señores de Marcuenda.
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domingo, 8 de abril de 2018


CAMBIO DE SEXO
  



(Obra teatral en tres Actos)
ACTO PRIMERO
(En una cafetería casi vacía)

Protagonista— Perdona, chico, que te haya citado a una hora tan intempestiva, pero necesitaba alguien que me diera su opinión sobre un tema que me angustia en los últimos tiempos y he pensado en ti porque me conoces desde niño.
Amigo 1— No te preocupes por el madrugón. ¿Para qué estamos los amigos? Si te puedo ayudar, cuenta conmigo. Pero dime, ¿qué asunto te apremia tanto?
Protagonista— No me resultará fácil decirte lo que me pasa, porque además no estoy seguro de que puedas entenderme, pero lo intentaré. Verás, desde hace algún tiempo mis esquemas mentales se están desmoronando. No estoy tan contento como debiera con mi condición de varón. He perdido la pasión que sentía por mi novia; es más, quisiera ser como ella.
Amigo 1— ¿Cuándo empezaste a sentir los primeros síntomas? ¿Cómo empezó todo? Es que me estás dejando de una pieza.
Protagonista— Ya lo vengo rumiando desde hace tiempo, pero últimamente siento una fuerza indescriptible  que me empuja a querer tener los privilegios de que goza una mujer. Sin ruborizarme, me miro en los espejos con frecuencia, uso perfumes con esencias atrayentes y tengo que admitir que el rosa me gusta más que el azul.
Amigo 1— Verdaderamente eso es bastante preocupante. Pero... ¿qué piensas hacer?
Protagonista— Creo que no voy a tener más remedio que cambiar de sexo.
Amigo 1— ¡Eso es muy fuerte, colega!
Protagonista— Y tanto. Yo mismo estoy asustado. Sé que, aunque lo consiga, nunca podré llegar a ser madre, pero, al menos, podré entender  qué es lo que pasa por la cabeza de las mujeres. Lo que ocurre es que no conozco a nadie que me pueda ayudar. Tal vez si tú supieras de alguien...
Amigo 1— No sé, no sé... déjame pensar. Quizás encuentre a alguien dispuesto a ayudarte. Lo que pasa es que así, tan de repente... Me encuentro impactado por la noticia. Si quieres hago alguna gestión y dentro de unos días quedamos aquí mismo; parece un lugar muy discreto.
Protagonista— Vale. Procura no tardar. Mi cabeza va estallar de tanta preocupación.
Amigo 1— Descuida, te llamo y quedamos.

ACTO SEGUNDO
(En la misma cafetería, pocos días después)

Amigo 1— Aquí te presento a este amigo que es de toda confianza. Trabaja en un hospital como cirujano y además es psicólogo. Es un experto en estos temas, creo que él te puede ayudar.
Protagonista—Encantado de conocerle. Necesito una persona como usted que me ayude a superar las terribles incógnitas que se me plantean.
Amigo 2— Tutéame, por favor, casi somos de la misma edad. Ya estoy informado de tu pretensión y créeme es un problema muy serio. Necesitas una preparación previa y pensar en los pros y los contras antes de tomar una decisión; luego ya no hay marcha atrás.
Protagonista— Supongo que sí, claro. Infórmame, por favor.
Amigo 2— Antes de informarte, me gustaría saber qué es lo que bulle en tu cabeza para pensar cambiar de sexo.
Protagonista— Ser mujer, pese a lo que se diga, es bastante mejor que ser hombre. Ellas pueden usar tanto falda como pantalón. En algunas oposiciones como para ser bombero o policía, las pruebas atléticas son mucho menos duras y al final cobran lo mismo. No lo entiendo y me gustaría comprenderlo. ¡Quiero cambiar mi sexo cuanto antes!  
Amigo 2— A pesar de tus razonamientos, me parece que te estás precipitando en tu decisión.
Amigo 1— Eso opino yo también. Piénsatelo un poco más.
Protagonista— ¿Pero por qué tiene que haber unas cuotas determinadas de mujeres a la hora de confeccionar listas electorales? ¿Por qué tenemos que cederlas el asiento en el bus? Es que no lo entiendo. El cambio de sexo me resulta imprescindible.
Amigo 2— Tienes razón en algunas cuestiones, pero sigo creyendo que no son razones que justifiquen un cambio de sexo, de hecho, en todos los casos que he tratado, las motivaciones han sido muy diferentes. En cualquier caso, tómate un tiempo y si persistes en tu pretensión, te cito en mi Clínica para realizar unos estudios previos y una Analítica.
Protagonista—Así lo haremos, muchas gracias. Nos vemos en la Clínica, pues va a resultar muy difícil que cambie de opinión.

ACTO TERCERO
(En la Clínica, tres semanas más tarde)

Protagonista— No entiendo nada de lo que está ocurriendo. Primero me han hecho un análisis de sangre y después he tenido que contestar a unas preguntas rarísimas.
Amigo 1— ¿Pues qué te han preguntado?
Protagonista— Que si estaba seguro de que luego no podría ser padre. ¡Figúrate! Siempre he pensado en tener hijos con mi novia.
Amigo 1— Ahora el que no entiende nada soy yo. Si decides cambiar el sexo, lo primero que te cortarán serán “tus cositas” (dice el amigo señalando el lugar en donde se encuentran “las cositas”)
Protagonista—¡Ahhhh! ¡Eso sí que no! No creo que para entender a las mujeres tenga que ser un eunuco.
Amigo 1— Me parece que ya voy entendiendo. Tú, ¿qué quieres?: ¿Cambiar de sexo o cambiar de seso?
Protagonista—Yo lo que quiero es cambiar de mentalidad para poder entender a mi novia que dice que el mismo derecho tiene ella a pasar una “tarde de chicas” que yo a irme al fútbol con los amigos.
Amigo 1— ¡Acabáramos! Eso se llama cambiar de seso, de mentalidad. ¡Vaya días que me has hecho pasar! Y todo por no saber la diferencia entre sexo y seso.
Protagonista—Por favor, salgamos cuanto antes de esta Clínica. Si no llega a ser por ti…te prometo que serás el padrino de mi primer hijo.
Amigo 1— Yo te prometo regalarte un buen Tratado de Gramática.
(Ambos amigos se funden en un gran abrazo).


FIN

jueves, 5 de abril de 2018



PASAJES DE “LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS” (45)
CAPÍTULO III
La casa del abuelo
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           Como si se tratara de un pequeño ejército, subimos en fila india la escalera tras mi padre, que capitaneaba la comitiva. Los peldaños, no acostumbrados a tanta carga, gimieron a nuestro paso, y todos, por instinto de supervivencia, nos agarramos al pasamanos. Bueno, todos no, porque Jeremías, desafiando el peligro, saltaba los escalones de tres en tres, hasta alcanzar el rellano, con la sana intención de ser el primero en abrir la puerta y mostrarnos al enfermo.
Sentado en un butacón, despeinado, con los pantalones por encima del pijama y una bata sobrepuesta, abrigándole la espalda, encontramos a mi abuelo, recién levantado de la cama. En la mesilla de noche, un montón de medicamentos tapaban la base de una lámpara que permanecía encendida. Justo, al lado de la mesilla, en un rincón, intentando pasar desapercibido, se encontraba el orinal, oculto tras un cartón, en el que se podía leer una conocida marca de quesos. La atmósfera de la habitación estaba muy cargada por falta de ventilación, concentrándose un fuerte olor a orines que Tinín evidenció tapándose las narices; los demás intentamos disimular como pudimos.
―¿Qué hace el hombre? ―dijo Petra, descorriendo las cortinas―. ¡Ya es de día, Señorito! Voy a apagar la luz que de seguida viene el molinero con la factura ―recalcó Petra, muy en su papel de cuidadora.
El abuelo permaneció todavía, unos instantes, aturdido, hasta que al fin pareció reconocernos:
―¡Sea bienvenida toda la tropa! Creí que no llegaríais a tiempo de verme respirar ―musitó, mientras le besábamos―. Estoy aquí, hecho un trapo, jodido de la vejiga, que no acaba de destilar, y de la cabeza, que me da vueltas todo el rato.
―Eso que siente usted en la cabeza es por la urea ―dijo mi padre―, pero ya verá como con el tratamiento, se irá mejorando.
―Álvaro, a mí ya no hay Dios que me mejore. Con morirse tu madre, he perdido la mitad de mi vida y la enfermedad va a ser la puntilla de la otra mitad. No tengo ilusión por nada ni por nadie. Sólo me queda esperar a don Matías trayéndome los sacramentos.
―No se agobie usted ―dijo mi madre, acariciándole―. Ya verá como de aquí a poco estará curado. No pierda la esperanza. Yo pido por usted al Señor en cada misa.
Luego, para que no siguiéramos escuchando las quejas del abuelo, ordenó a las sirvientas:
―Lola, Petra, por favor, bañad y vestid al Señorito Tino, para que baje a comer bien arreglado, y vosotros, niños, id a vuestro cuarto a deshacer el equipaje. Quiero que toda la ropa esté colocada en los armarios antes que os vayáis a jugar.
                                                                                                   …………………………………