domingo, 25 de febrero de 2018

LA REFORMA
Crónicas de mi Periódico                       25 de febrero de 2018

ALFRED  Y  AMAIA

Parece ser que todo empezó en la Academia de "Operación Triunfo". Ella se fijó en un espigado aspirante que, cual pavo real, extendía y acortaba con innegable elegancia la longitud de su trombón de varas. Él, apenas conocerla, se sintió atraído por la dulzura de la voz cálida y delicada de aquella mujer que sentía curiosidad por el autor del pavoneo. La proximidad en un encierro apetecido, la similitud de gustos y aficiones y la casualidad que, en cuestiones amorosas juega un papel fundamental, hizo que juntos interpretaran al piano y a cuatro manos "City of Stars", una canción hermosa para una tierna historia de amor que encerraba (o así lo creo ver yo) un mensaje subliminal: a cuatro manos todo resulta más placentero, incluso tocar el otro piano, el del vajillero,  que por mor de la igualdad de género, ha pasado de ser una labor de exclusividad femenina a una tarea compartida por las jóvenes parejas. A partir de entonces, los tonteos, los besos robados y otros no tanto, y, sobre todo, los profesores de la Academia, vieron en estos encantadores jóvenes una oportunidad única para que el sentimiento se plasmara en una melodía, ¡y a fe que lo consiguieron!

Con el título "Tu canción" lograron avivar el mutuo sentimiento, de manera que, además de una gran interpretación musical, se visualizó una bella historia de amor. Los espectadores quedaron rendidos ante esa explosión de romanticismo auténtico, y canción e intérpretes fueron elegidos para representar a España en el próximo Festival de Eurovisión. Ahora, Alfred y Amaia, Amaia y Alfred, tienen ante sí un reto más difícil que el de intentar quedar en un buen puesto, y este no es otro que el de convencer por calidad a un público nacional siempre dividido a la hora de defender lo nuestro.

Ya hemos visto últimamente cómo la designación de un español para ocupar la vicepresidencia del Banco Central Europeo solo ha contentado a la mitad de nuestros compatriotas. También han abundado las críticas sobre una cantante con buenas intenciones rojigualdas, deseosa de dotar de letra al himno patrio. No sabemos si la disparidad de criterios ha sido ocasionada por la ausencia del morado, bien por añoranzas republicanas, o por ser este color el propio de la Cuaresma. Algunos que criticaban el Programa "Españoles por el Mundo", porque, según ellos, se explicitaba la fuga de cerebros, se muestran ahora satisfechos de que dos compatriotas se encuentren en Bélgica y en Suiza haciendo un máster sobre "El Derecho a decidir cuándo fugarse", trabajo que ha de llevarles varios años de dedicación exclusiva.

A la hora de escribir esta crónica, ha saltado la noticia de que la canción que nos representará en Eurovisión es plagio de una italiana, "Nuvole bianche". He escuchado ambas versiones y puedo asegurarles que, aparte de su cadencia amorosa, el parecido es nulo. Está claro que nuestra especialidad, es la de tirar piedras sobre el propio tejado. ¡Ánimo, pues, Alfred y Amaia! No hagáis caso de las lenguas viperinas y resentidas de la media España que siempre critica a la otra media; vosotros a lo vuestro, que es cantar y amaros de verdad.

Un ruego: os pido que, al finalizar la canción, vuestro beso sea sincero. Tal vez este gesto nos reúna en un único sentir colectivo. Hago votos para que este sentimiento no sea el de la envidia.



jueves, 22 de febrero de 2018


PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA" (43)
CAPÍTULO VI
La ilusión
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Se repasó el funcionamiento de la grifería del aseo de invitados; el SIDOL bruñó el marco de plata en que los abuelos, desde el aparador, seguían sonrientes los acontecimientos del salón, hasta dejarlo deslumbrante. La misma operación se realizó en candelabros, centros de mesa y bandejas; hasta el juego de café, regalo de boda del bisabuelo Damián, que amarilleaba languideciendo por falta de uso, recobró el lustre de épocas pasadas. Con tanto metal reluciendo, el salón quedó convertido en una réplica de la cueva de Alí-Babá y se nos invitó amablemente a no traspasar su umbral, aunque si por extrema necesidad alguno de nosotros tuviera que franquearlo, aún sin tener que pronunciar el consabido “¡Ábrete, Sésamo!”, unas babuchas colocadas a la entrada se ofrecían sumisas para que, al andar sobre ellas, la tarima recién barnizada no se rayara. No faltó comprobar que las bombillas lucían correctamente, ni tampoco reponer unas cuantas lágrimas de cristal que se habían perdido de la primorosa lámpara situada encima de la mesa del comedor. A pesar de tan ímprobos esfuerzos para que la casa soportara un sinfín de recepciones, mis padres, para guardar las formas, decidieron, en petit comité, hacer como si permanecieran al margen, evitando que el recibimiento tuviera lugar en nuestro domicilio, encomendándonos a nosotros esa tarea. Lo correcto, según ellos, sería que Nacho comiera y cenara fuera de casa, salvo alguna invitación esporádica en la que pudiera lucirse la vajilla de la que no recordábamos su dibujo, la cristalería en la que nunca habíamos bebido y la cubertería de plata, que aún descansaba protegida en su estuche por el precinto de garantía.
Todos estos preparativos me alegraban, porque el acontecimiento me ofrecía la posibilidad de estar de nuevo con Cécile, a la que echaba de menos. Mi buen humor y la disposición para cualquier tarea, de la que hacía gala, pronto fue detectado por mi madre, que en un momento determinado me recordó lo que me había pronosticado: “Cualquier mortificación que hagamos por los demás, Dios nos la premia anticipadamente en esta vida en forma de satisfacción interior”. ¡Era verdad!, aunque el mortificado fuera Daniel, y yo el afortunado que notaba los efectos benéficos. Tal vez funcionara en esta ocasión lo que nos explicaba el Padre Ramírez en las clases de Religión acerca de la Doctrina del Cuerpo Místico de Cristo. Asunto de difícil comprensión pero que el jesuita, empeñado en que al menos tuviéramos una idea aproximada de cuestión tan compleja, se vio en la necesidad de recurrir a la teoría de los vasos comunicantes para que la luz se hiciera en nuestras molleras.
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jueves, 15 de febrero de 2018


PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (43)
CAPÍTULO III
La casa del abuelo

No había que haber estudiado en Salamanca, como mi padre, para darse cuenta de que la casa del abuelo era el edificio más noble de la Plaza Mayor del pueblo, y aún me atrevería a decir de todo el partido judicial de Fuentesaúco. Con dos pisos y desván abuhardillado, competía en altura con el Ayuntamiento, pero a diferencia de aquel, tenía el empaque de una casa solariega. La fachada, construida en piedra de Villamayor, guardaba cierta semejanza en su arquitectura con la de algunos edificios neoclásicos de Salamanca. La puerta principal estaba enmarcada por dos columnas, culminadas por sendos capiteles jónicos, soportes decorativos de un frontón entrecortado que albergaba, en una pequeña hornacina, la imagen de la Virgen María. Las ventanas se remataban primorosamente con motivos florales, predominantemente, hojas de vides, entre las que emergía la cabeza de Dioniso, rodeado de ninfas. Pero quizás, lo que daba un mayor realce a la edificación, era el balcón central, amplísimo mirador de forma circular con un enrejado espectacular, que el bisabuelo Damián se hizo fabricar y traer desde el País Vasco en 1.905, en una demostración ostentosa de su gran poder adquisitivo. Eran años de prosperidad económica, de los que su propietario quiso dejar constancia para las generaciones futuras, grabando en un sillar de la fachada la siguiente inscripción: «Propiedad de Damián González del Pozo. Año 1.905.»
Alguien sobrado de envidia, queriendo mostrar al visitante el origen de la fortuna, había rayado con un punzón la piedra contigua a la de la inscripción, figurando junto al nombre de mi bisabuelo, la palabra «MULERO», escrita en letras mayúsculas de desigual tamaño.
La puerta, de madera noble, no había soportado con la misma entereza que la fachada el paso de los años. Estaba un tanto vencida, agrietada y reseca; pedía a gritos una buena mano de barniz, después de que un carpintero suficientemente experto, la nivelara y la limpiara, restituyéndola al esplendor de antaño, sin mancillar la fortaleza del roble.
Al traspasar el umbral, tuve la impresión de adentrarme en una gruta, dada la extensión del zaguán y la temperatura del recinto, al menos diez grados inferior a la del exterior; la segunda impresión no era más agradable: el habitáculo estaba desprovisto de muebles, a excepción de dos sillas fraileras y un escaño, presidido por un retrato empolvado de mi augusto bisabuelo. A mano izquierda, en la alcantarera, reposaban tres cántaros, protegidos del polvo por tapaderas de corcho. Del artesonado pendía una minúscula lámpara de seis brazos, flotando en las alturas, a poca distancia del techo: su luz iluminaba levemente una figura humana vestida de luto riguroso, a juego con la sobriedad de la estancia; era Petra, la cuidadora del abuelo: alta, enjuta y desdentada, que salía a recibirnos.
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domingo, 11 de febrero de 2018



EL HOMBRE DE LAS DIEZ NOVIAS



(Obra teatral en tres Actos)
ACTO PRIMERO
(En la consulta de un psiquiatra)

Psiquiatra XXX— Buenas tardes, sea bienvenido, señor paciente; acomódese en el diván, relájese y dígame todo aquello que le preocupa y que ha motivado esta consulta.
Paciente—Verá, doctor, el caso es que me da mucha vergüenza, pues son temas muy íntimos que pertenecen a mi anterior vida amorosa. ¡Si mi mujer supiera que estoy en su despacho...!
Psiquiatra XXX— En ese sentido no tiene por qué preocuparse. Mi secreto profesional me obliga a no difundir quienes son mis pacientes, ni lo que aquí se diga, sin embargo, le advierto que toda la conversación quedará grabada para poder escucharla de nuevo; esto me ayudará a emitir un mejor diagnóstico.
Paciente— Siendo así...
Psiquiatra XXX— Comience, por favor.
Paciente—Ejem ejem. Dudo  si no estaré cayendo en algún tipo  de locura, pero desde hace algún tiempo me suceden cosas muy extrañas. Cuando me acuesto, caigo en un profundo y repetitivo sueño en el que me siento acompañado por todas las novias que tuve hace años. He de decirle que en mi juventud viví una sucesión de malos hábitos, con mujeres de moral licenciosa y, ahora, revivo esos momentos de pasión desenfrenada  y alocadamente feliz disfrutada en cada uno de esos noviazgos, pero, si cabe, en una atmósfera de idílica mayor placidez con sensaciones más intensas y agradables de las que gocé en su momento. Cada noche pienso en Sandra, Merche, Lidia...todas son protagonistas de mis sueños y me hacen disfrutar lo inimaginable.
Psiquiatra XXX— Cuente, cuente...
Paciente— No me resultará fácil narrarlo, pero lo intentaré. En ese mundo imaginario, todo es felicidad. Las mujeres me complacen como odaliscas, los colores son sorprendentemente intensos, una música embriagadora acompaña cada una de nuestras acciones en escenarios suntuosos especialmente diseñados para nosotros... Al despertar, mi casa me parece poco menos que un establo y mi mujer...,¡pobrecilla!, sufre muchísimo, porque al parecer pronuncio en sueños el nombre de alguna de mis antiguas novias. Ella sabe que antes de conocerla tuve algunas novietas, pero ignora que fueron tantas y desconoce, por supuesto, los escabrosos detalles de esas relaciones.
Psiquiatra XXX— Me parece interesantísimo su caso. Si le parece, entremos en materia: cuénteme esas experiencias. Algunas veces, al contar el obsesivo sueño, este desaparece.
Paciente—Esperemos que así sea, doctor.
Verá, la primera aventura fue con Sandra. Recuerdo el viaje tan maravilloso que nos llevó a disfrutar una semana entera en una Suite de un hotel de Ibiza desde el que se dominaba toda la costa. Ella me besaba a cada instante y.........(media hora más tarde).........Fue extraordinario el baño que nos dimos a la luz de la Luna, después.......(una hora más tarde)....... Entonces me desperté y el embrujo de lo soñado desapareció, porque me vi zarandeado por mi mujer que me preguntaba sobre la Sandra en cuestión. De maravilloso sueño, pasé a tener despierto, una pesadilla.
Psiquiatra XXX— Me parece tan interesante todo lo que me ha contado que le cito para la próxima semana y le reservo la tarde entera.
Paciente—Pero eso me costará un montón de dinero, ¿no?
Psiquiatra XXX— Por el dinero no tiene por qué preocuparse, le cobraré como una sesión normal. Espero, impaciente, el martes próximo. Que tenga una feliz semana.
Paciente— Adiós, doctor, y gracias.

ACTO SEGUNDO
(En el mismo escenario, una semana más tarde)

Psiquiatra XXX—¿Qué tal? ¿Todo bien?
Paciente— Buenas tardes, doctor. Desde la anterior sesión he notado un cambio sustancial. Sandra ha desaparecido de mis sueños y ya solo imagino lo sucedido con las otras nueve novias.
Psiquiatra XXX— Parece que la terapia va dando sus frutos. Pero no perdamos tiempo, continúe su interesante relato hablándome de su segunda novia.
Paciente— Merche tenía una sonrisa encantadora y un busto imponente. Su pasión era el baile, en concreto, el tango. Nos fuimos a Argentina, allí bailamos..............En las Cataratas de Iguazú nos ocurrió algo maravilloso, cuando.............. De regreso en el aeropuerto, desperté del sueño y me encontré con mi mujer. ¡Qué despertar tan amargo!
Psiquiatra XXX— Dejemos la realidad y regresemos a los sueños. ¿Qué sucedió con Lidia, que creo fue su tercera novia?
Paciente—Lidia, era rubita pero, ensoñándola, su cabello relucía como el mismo Sol. No era excesivamente cariñosa, pero recorriendo con ella la fría noche de Moscú, sus brazos y su cuerpo me proporcionaban el calor necesario, es más, en un momento en que...........después, visitando en San Petersburgo el Hermitage, vi que tenía un cuerpo  exactamente igual que la Afrodita de uno de los cuadros que allí se exhiben, fue entonces cuando................Al final, sentí frío y grité: ¡Lidia!  ¡Lidia! y me desperté totalmente destapado. Mi mujer empleó esa artimaña para que dejara de gritar su nombre.
Psiquiatra XXX— ¡Qué sueños tan apasionantes! Continúe, por favor, con el resto de sus compañeras sentimentales.
Paciente— En El Festival de Río, disfruté lo indecible con Yolanda, mi cuarta novia en el sambómetro......................(dos horas más tarde).................................Antonella, la séptima, era una bella siciliana, juntos recorrimos Palermo...............(tres horas más tarde)..........................Comiendo percebes en las Rías Baixas con Maruxa, mi décima novia, me despertó mi mujer. En esta ocasión no pronuncié el nombre de mi amor gallego pero, al parecer, proferí quejidos de placer. Me libré de la bronca pretextando haber cenado mucho.
Psiquiatra XXX—Bien, bien, mi querido amigo. Creo que ya tengo material suficiente para emitir un juicio, Estoy convencido de que su caso pertenece a un tipo de sueño obsesivo que se cura sin medicación. Al contármelo, usted se ha liberado de su ajetreada vida anterior. Debe estar tranquilo y hacer cenas muy ligeras, ya verá como esos sueños desaparecerán. Le cito para dentro de cuatro semanas y ya me cuenta su evolución. Le cobro la tarifa normal, son doscientos euros.
Paciente—Gracias, doctor. Nos vemos en un mes.

ACTO TERCERO
(En el mismo escenario, un mes después)

Psiquiatra XXX— ¿Qué tal, amigo?, ¿Cómo fue todo?
Paciente— ¡Genial! ¡Increíble, doctor! No he vuelto a tener aquellos sueños de recuerdos tan pecaminosos.
Psiquiatra XXX—¿No se lo dije? El suyo era un caso muy fácil de diagnosticar y de curar.
Paciente— Le estoy muy agradecido, doctor. No solo ha curado mis sueños obsesivos, sino que la felicidad ha vuelto a mi matrimonio. Mi mujer me quiere como cuando nos casamos. Cree ser mi primer amor, han desaparecido sus celos y, por mi parte, ahora vivo el amor verdadero, nada de tonterías en sueños imposibles.
Psiquiatra XXX— Me alegro mucho, joven. Está usted totalmente curado, Le doy el alta y si volviera a las andadas, cosa que no creo, ya sabe dónde me tiene. Por cierto, son doscientos euros.
Paciente— Gracias, doctor. Sus honorarios me parecen ajustados. Lo que ha hecho usted por mí no tiene precio, Gracias, muchas gracias

FIN



 Una vez caído el telón una voz en off comunica al auditorio que, un año más tarde, el Psquiatra XXX, resultó ser el ganador del Concurso Literario más importante de España de Relatos de Amor, por su novela titulada: "El hombre de las diez novias"

jueves, 8 de febrero de 2018



 NIEVE EN FEBRERO


Ha comenzado febrero con la atmósfera fría del invierno. Un manto blanco ha vestido de inusitada luz campos y ciudades, como anuncio de la bonanza que, dicen, acompaña a los años en los que nieva copiosamente.

La belleza inmaculada de la nieve recién llegada, inspira y habla a quien observa el majestuoso descenso de los copos, con la mente puesta en quien la ocupa.

Nada mejor que, plasmar estas impresiones, en una octava real.










                            
                              Quiero ser como tú, copo: blancura,
teñir de igual color montes y valles,
engalanar de luz y de hermosura
parterres de jardines, y las calles.
Descender, lentamente, a la aventura
soñando con posar donde te halles
 y aunque pierda la vida en el deshielo,
rozarme con tu piel, será mi Cielo.




Fotografía de Santos Pintor Galán.


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domingo, 4 de febrero de 2018


LAS TENCAS DEL EMPERADOR CARLOS

Hay que admitir que los Austrias españoles forman todos ellos un completo manual de enfermedades psiquiátricas. Felipe II, enjuto, frío, incapaz de sonreír al decir de sus coetáneos, sufría de obsesiones compulsivas; Felipe III era ludópata; Felipe IV adicto al sexo, y Carlos II, al que el pueblo otorgó el significativo mote de El hechizado, amén de su desmedido amor por el chocolate, desarrolló el síndrome de Klinefelter. Los matrimonios endogámicos entre estos monarcas tenían que pasar factura. Conste aquí que los Borbones también tendrán su larga nómina de reyes afectados por melancolías, que es como denominaban los médicos de la época a los males de espíritu.
Carlos I, Rey de España y emperador romano-germánico, V de su nombre, hijo de Juana la Loca y bisnieto de Isabel de Portugal, encerrada por sus extravíos en el Castillo de Arévalo, también tuvo su enfermedad: la gula.
El apetito del Emperador fue proverbial. Llegó incluso a solicitar una bula del Papa que le permitiese comer nada más levantarse, antes de recibir el cuerpo de Cristo en la sagrada comunión, algo totalmente prohibido por la Iglesia. «Cristo, por muy transustanciado que se encuentre en la hostia, no llena la tripa», debió de pensar. La bula le fue concedida y al monarca Habsburgo pudo servírsele, casi en la cama, su caldo de ave con leche, su azúcar en generosa cantidad y sus alcamonías.
Cuatro cristianas comidas efectuaba el César Carlos: a las 12 un almuerzo compuesto de no menos de 20 platos, cerveza y vino. Si un Papa, incluso uno tan octogenario como Pablo IV, era servido en su mesa con 25 platos, ¿iba a ser menos el Rey del Mundo? Por la tarde la merienda y ya de noche, la cena. Los cronistas de la época nos refieren varias indigestiones graves del Rey-Emperador, quien no desdeñaba hasta comidas podridas: «Aun con mala salud, en medio de crueles dolores, no se abstiene de comer ni de beber lo que le es perjudicial», llega a referir Guillermo Van Male, su ayuda de cámara y gentilhombre.
La nómina de sus manjares predilectos puede llegar a ser muy amplia. Mencionemos aquí las ostras de Ostende, las sardinas ahumadas, los salmones, las angulas, las salchichas picantes, toda clase de carnes y la tenca.
La humilde, la simple tenca. Tinca, tinca. Pez de agua dulce y que prefiere como hábitat las charcas y los estanques. Su gran tolerancia a la baja oxigenación y a las aguas sucias favorece su expansión. Autores hay que consideran que ya se consumía en la Edad del Hierro; y en Extremadura es un pez usual a lo largo del río Tajo. Cuenta la leyenda, de hecho, que, a su paso por Arroyo de la Luz, entonces del puerco, probó el emperador las tencas fritas de la zona; quedó admirado y dispuso desde entonces que se le sirviesen en su mesa. Tal vez entre esa veintena de platos a que estaba acostumbrado.
También las tencas le acompañarían durante su retiro en el jerónimo Monasterio de Yuste.
La historia servil y cortesana muchas veces nos ha dibujado a un emperador recluido en el monasterio en régimen casi de asceta. En modo alguno. Su palacio, sí, era sencillo, pero en su retiro estuvo servido por 52 criados. Compárense estos con los 38 monjes que vivían entonces en Yuste. 52 criados, de los cuales más de 20 estaban dedicados a servir su mesa, siempre generosa. Tenía cocineros, panaderos, pasteleros, un encargado de la cava, un frutero, un salsero, un cazador para surtir de carnes de caza, un hortelano, un cuidador de las gallinas y un afamado cervecero, Enrique Van der Hesen, que preparaba su bebida predilecta. En materia de vinos, el Habsburgo tiraba de las bodegas de Pedro Azedo.
En los estanques creados en Yuste por su ingeniero Torriani, pescaba el emperador. Tirando la caña desde la ventana o la terraza del palacio. En aquellas aguas, estancadas, criaban tencas, que pasaban rápidamente a la cocina a medida que el monarca las pescaba. Le volvían loco, y algo de esa afición ha quedado en las muy recomendables fiestas de la tenca que se celebran en la mancomunidad del Tajo-Salor.
Pero, ay, aquellos estanques también fueron un hábitat favorable para los mosquitos; y entre estos la hembra del anopheles. Una de sus picaduras infectó de malaria al rey abdicado y cuando llevaba apenas un año en Yuste, murió. Malaria (del italiano mal aria o mal aire) o paludismo (del latín palus, pantano). Tal fue su final.
Tres meses había tardado el césar en llegar a Jarandilla desde Bruselas. Otros tres estuvo esperando allí hasta que terminaron su palacio. El 3 de febrero de 1557 puso pie en Yuste y pudo comer sus tencas y el 21 de septiembre de 1558, por un mosquito, murió.
Pero queda el consuelo que durante esos pocos meses comió bien y abundantemente. Salvo una vez, cuando, incauto, decidió compartir mesa con los frugales monjes. Una sola vez. Consta que ni siquiera esperó al final de aquel almuerzo y, lamentando la cocina tan sosa de los servidores de Dios, corrió a sus habitaciones, donde pidió tencas fritas a su cocinero. Los monjes se entristecieron por la marcha del Emperador.
Pese a aquel infausto almuerzo, legó a los Jerónimos 160 carneros, 3 vacas lecheras, un gallinero y abundante cebada y avena para que hicieran a partir de entonces su propia cerveza.

Pasaje perteneciente a la novela: "SABOR Y SABER" de los autores:  Juan B. Verde Asorey, Valentín Domínguez Cerrillo y Víctor M. Casco Ruiz. Ilustraciones de Manuel Malillos Rodríguez. Editora: Cristina Medrano Montero. Editorial Cuatrohojas(www.editorialcuatrohojas.com)

De esta novela dicen sus autores:  no es un libro de recetas; no es un libro de Historia de la Gastronomía; no es un libro de Filosofía. Es un libro donde todo ello se junta, pero sin perder sus esencias. 
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jueves, 1 de febrero de 2018

LA REFORMA
Crónicas de mi Periódico                    1 de febrero de 2018

EL  BITCOIN

De entre todas las monedas virtuales, el bitcoin, es la que goza hoy de una mayor demanda. Tal vez su atractivo resida en que, hace tan solo unos meses, su cotización ascendió como la espuma hasta alcanzar los 20.000$ cuando, cinco años atrás, se podía adquirir por unos cuantos céntimos de dólar. Hablar de esta criptomoneda o moneda digital cuyo valor no está respaldado por ningún Banco Central ni ninguna autoridad o Estado, produce un cierto respeto (por no decir desconfianza), sobre todo, cuando se publicita que un joven noruego invirtiendo tan solo 27 dólares en bitcoins, es en la actualidad millonario. Si nos molestamos en entender su funcionamiento, entonces puede que entremos en una espiral de conceptos ininteligibles para la inmensa mayoría de los mortales. ¿Qué es eso de que cada usuario tiene una clave criptográfica (P2P)  que permite hacer transferencias entre cuentas? ¿Quién entiende que sean algoritmos tecnológicos los que respaldan la propiedad sobre lo que se  posee? Puede que sea un gran ignorante financiero, pero les aseguro que no pienso cambiar mis modestos ahorros en euros por un puñado de bitcoins, aún a riesgo de pasar, por "carroza inversor".

Los años te van volviendo previsor porque, antes de que pueda perder el poco sentido común que he ido atesorando en mi experiencia vital, sé que, con diferente nombre, a ustedes y a mí se nos han ido ofreciendo chollos que luego no resultaron tales. ¿Recuerdan ese bitcoin de trabajo bien remunerado en el que apenas tenías que viajar y, en ese supuesto, las dietas  serían espléndidas y un fulgurante ascenso en la empresa, gratificaría nuestro esfuerzo? Seguro que ya recuerdan cómo la cruda realidad fue que, después de pasar la semana fuera de casa, con unas dietas aptas tan solo para comer de bocadillos, el ascenso mayor que tuvimos en la empresa fue cuando se mudaron las oficinas al ático de un rascacielos.

Y en amor, ¿quién no ha tenido un bitcoin amoroso en su juventud? Solía ser una encantadora muñequita rubia y estilizada de mirada angelical que ponderaba sin cesar las múltiples virtudes de su mamá, a la que soñaba con parecerse y a la que tú no conocías ni siquiera en fotografía. El día fatal en que te la presentó, la cotización del bitcoin amoroso se desplomó y tuvimos que poner nuestro amor a buen recaudo, yendo en busca de nuevas divisas.

A la hora de escribir esta crónica, parece ser que el valor del bitcoin se desinfla. ¿Estamos ante el principio del fin de esta criptomoneda? ¿Será realmente otra de las burbujas que tienden sus tentáculos ofreciéndonos ser reyes de Midas en poco tiempo? Demos tiempo al tiempo. De momento, ¿saben lo que pienso?

¡Qué bien hice en cambiar a tiempo de trabajo y de novia!