jueves, 27 de diciembre de 2018


NUNCA PENSÉ QUE TENDRÍA...

Tenía que escribiros. Era justo que me disculpara por los cientos de felicitaciones recibidas con motivo de mi cumpleaños, a los que respondí escuetamente. Con un "Me encanta" despaché a los que plasmaron sus comentarios en mi muro y con un emoticón de dos encendidos corazones, a los que me felicitaron por messenger.

No fue justo responder tan tacañamente a quienes se molestaron en alegrarme la vista y el corazón con frases tan emotivas. No, no fue justo, pero debo decir en mi defensa, que tuve que recurrir a tales argucias, ante la incesante lluvia de toques de entrada con el que, continuamente, me  avisaba el ordenador. Eso, sin contar las intercaladas llamadas telefónicas de parientes, allegados y amigos que no frecuentan las Redes Sociales.

Esperando ser comprendido y perdonado, he compuesto para todos los que me escribieron y, para los que por diversas causas no pudieron hacerlo, este poema en sextinas hernandianas que lleva el título con el que encabezo el escrito.

Nunca pensé que tendría
en las Redes tal aprecio,
pues sin querer ser un necio
presuntuoso y vacío,
fui capitán de navío
por un día, de mi pecio.

Me olvidé de los achaques,
se me olvidaron las penas,
con tres pastillas apenas
pasé muy feliz jornada
sin sentir de madrugada
setenta y un nochebuenas.

"El amor todo lo puede"
es un dicho conocido
que eleva a todo nacido
hasta la más alta cota,
y compone el alma rota,
del que va haciendo camino.

En apenas unas horas
recibí tantas llamadas
que se asustaron mis hadas
al verme tan bien querido
por un tráfico fluido
que, a veces, eran riadas.

Sintiéndome desbordado
el pulso se me alteraba
de manera que no daba
con la tecla que quería,
mientras la mano me ardía
del lío que se formaba.

Agobiado, sin reflejos,
solo ponía "Me encanta"
como al gallo que no canta
por estar en la cazuela,
y eso puede ser que duela
al que mis rimas aguanta.

Por eso pido perdón
escribiendo este poema,
ya que el corazón me quema
si por agobio hice daño:
quizás, el próximo año,
ya no tenga este problema.

A todos os doy las gracias
por tomaros el trabajo
de escribirme ¡qué carajo!
sin obtener la respuesta.
¡Se me cayeron en fiesta
los palos de mi sombrajo!



jueves, 20 de diciembre de 2018



PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA" (52)
CAPÍTULO VI
La ilusión
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―Ponlos a tu gusto ―sugirió a Tinín― así nos sorprendes.
No sería el único en sorprendernos, pues tía Gertru adelantó el horario de la merienda para poder fisgar a gusto y tener algo de lo que comentar en sucesivas tertulias. Podíamos haber tenido más sorpresas, pero mi madre, escarmentada por la desafortunada actuación de Petra del día anterior, poniendo por excusa su dolor en la rabadilla, le prohibió llevar peso para que pudiera recuperarse de la ciática y, de esta manera, fuera tata Lola la encargada de servirnos la bebida.
Mi hermano, que estaba deseoso de entrar en acción, empezó la sesión de baile con un bolero. Al comienzo, nos emparejamos según la lógica. En un ambiente tan romántico, no era de extrañar que Nacho sujetara a Margarita como si temiera que fuera a escaparse. Goyita hacía lo propio con Daniel, bailando de puntillas para equilibrar estaturas y arrimándose a él tanto como le permitía su anatomía. Sin embargo, entre Cécile y yo dejábamos correr el aire, porque así podíamos contemplarnos. Cada mirada era un motivo de embelesamiento. Al cabo de un rato, supongo que a Daniel, se le acabaría la paciencia o las fuerzas de mover tan pesada carga y sugirió un intercambio de parejas. A todos nos pareció buena la idea porque comprendimos que la abnegación tiene también sus límites. Bailé con mi hermana varios tangos, en los que además de enseñarme algunos pasos, se pegó materialmente a mí para susurrarme al oído: “Así es como tienes que bailar con Cécile, ¡pasmado!”. Más tarde, resultó inevitable el emparejamiento con Goyita, que en esos momentos había aliviado su peso tras perder varios litros de sudor que afloraban en cara, manos y en el amplio cerco que difuminaba el estampado del vestido debajo de los sobacos. Como veía que el baile continuaba y Nacho no deseaba remojarse en la sauna andante, propuse que bailáramos sueltos a los compases de sevillanas, rumbas y la socorrida conga que hizo temblar la tarima, hasta el punto de recibir una advertencia de los vecinos del piso de abajo por medio de Domi. Este pretexto parecía perfecto para saciar la curiosidad de nuestra portera. Sabíamos que nuestra fiesta estaría en boca de todo el vecindario en menos de veinticuatro horas.
El receso obligado hizo que nos sentáramos a reponer fuerzas, sin que pudiéramos evitar la compañía de tía Gertru y de mi madre, que en honor a la verdad, se vio en la necesidad de acompañar a su parienta. Comprendimos que en ese momento se había terminado la intimidad, el guateque y las pocas “medias noches” que no había acaparado nuestra simpática Goyita.
―Este ejercicio del baile resulta muy apropiado para mantener la línea ―afirmó, tía Gertru, toda convencida.
―¿Qué línea? ―pregunté con descaro, viendo las redondeadas formas de su vientre y de su pechera.
―Pues hijo, ¡la que tenemos! ―respondió―. Habrás de saber que todavía estoy de buen ver. ¡Ay, si una quisiera! Pero muerto mi Cesáreo, para mí los hombres ya no existen.
Escuchando las simplezas de tía Gertru, un tanto cansados y deseosos de poder hablar de nuestras cosas, dimos por acabado el guateque y fuimos a acompañar a nuestros amigos a su casa. El esperado beso de Cécile me compensó el tener que ir con Goyita hasta su domicilio, en tanto Nacho y Margarita “se perdían” entre la niebla que empezaba a caer.
―A las nueve y media estaremos en el portal―. Me aseguró Margarita, tomando del brazo a Nacho.
―El año no ha podido empezar mejor―, dije a mi hermana una hora más tarde, cuando subíamos en el ascensor, sin darme cuenta de que lloraba ante la inminente marcha de Nacho.
―Será para ti, guapo, será para ti ―me respondió.
 Evidentemente era mi mejor empiece de año en toda mi vida, y aquella noche ni de lejos quise acordarme del conocido dicho gitano: “No quiero ver a mis hijos con buenos principios”.





domingo, 16 de diciembre de 2018

PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (52)

CAPÍTULO III
La casa del abuelo
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―La vida del hombre ―comenzó a decir―, va de los veinte a como mucho los sesenta. Antes de los veinte, eres un ser dependiente, un mero observador de la vida; no tienes barba ni dinero, en condiciones. Apenas cumples los sesenta ya comienzan los achaques. Las bronquitis son cada vez más frecuentes, la reuma te invade manos y pies a la vez que vas perdiendo la afición por las mujeres. ¡Todo son calamidades! Si comes mucho, la gota, y si no comes, la anemia. Cuando no te duele el bazo, te duele el espinazo. El matasanos va siendo uno más de la familia y en cada visita te va añadiendo una pastilla o un jarabe a la larga lista de potingues que tienes que tomar, hasta convertirte en una botica ambulante. Llegado ese momento, que es en el que actualmente me encuentro, lo sensato es hablar con don Matías e irle encargando unas gregorianas.
Se emocionó tanto que tuvo necesidad de alcanzar el vaso de agua con su temblona mano, para beber dando sorbitos, como un jilguero en una charca.
A Tinín le hizo gracia la peculiar forma de beber del abuelo, e inocentemente preguntó:
―Abuelo, ¿por qué bebes a poquitos?
―Mira hijo: se orina como se bebe. De joven me bebía un vaso de una vez y orinaba a chorro. Ahora según me ves beber, así orino: a poquitos como dices tú.
A mi padre no le parecieron bien las explicaciones tan explícitas del abuelo sobre las diferentes formas de miccionar, y respetuosamente argumentó:
―Padre, no debería usted dar tantos detalles. Tinín todavía es pequeño para comprender la fisiología humana.
―Puede que lo sea ―respondió el abuelo―, pero los niños captan todo y el tiempo pasa tan rápido que, antes de lo que te imaginas, este mocoso será don Constantino. Lo que tenga que saber de la vida, que lo aprenda en casa, mejor que se lo enseñen de mala manera por ahí.
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jueves, 13 de diciembre de 2018


AUTO SACRAMENTAL DE NAVIDAD

En la tarde de ayer tuvo lugar en el Paraninfo de la Universidad de Valladolid, con una espectacular asistencia de público, que abarrotaba el recinto,  el tradicional Auto Sacramental de Navidad.

Tras unas palabras de salutación pronunciadas por el Rector Magnífico de la Universidad, D. Antonio Largo Cabrerizo y de las del Hermano Mayor de de la Hermandad, D. Francisco Javier Sánchez Tabernero, el eximio músico y escritor, D. Joaquín Díaz Díaz González, realizó la Lectio Brevis titulada: "Del Temor a la Alegría".

En la segunda Parte, el coro Vox Vitae, interpretó un excelente Concierto para la Navidad con piezas propias del Tiempo de Adviento y Navidad.

Tanto el orador como los componentes del coro fueron largamente aplaudidos, cautivados por la belleza del texto y por la musicalidad de las voces.

Os adjunto el Programa y una breve reseña curricular de los actuantes.



domingo, 9 de diciembre de 2018


SOBRESALTO

Tardó mucho tiempo en conciliar el sueño. Fue al baño para intentar romper la dinámica del desvelo, pero resultó inútil. Tras media hora de clavar la mirada en la luz que se colaba por los resquicios de la persiana, volvió a levantarse y encendió la televisión. Comprobó que la programación era aún más aburrida que en horas de amplia audiencia. Por un momento, cerró los ojos y creyó llegado el momento del sueño. Al acostarse la recibieron unas sábanas frías y un incipiente dolor de cabeza. Cambió de postura unas cuantas veces más y repasó el último episodio vivido aquella misma tarde con Josema. 

Nunca debió de suceder una cosa así. Quizás la intolerancia mutua abortó el diálogo de buena voluntad que pone fin a todas las desavenencias, pero el hecho fue que seis meses de besos encendidos y de futuras promesas de vida en común, se deshicieron en un instante.
Todo empezó por una discusión banal que fue adquiriendo dimensiones insospechadas a medida que el enfrentamiento verbal continuaba. De un tema se pasaban a otro con una celeridad sorprendente. De las cuotas del coche adquirido a medias al recuerdo del nefasto fin de semana por culpa de una mala elección del restaurante; de la familia del uno a las peculiaridades de la familia de su pareja; de la sentida falta de cariño a los celos infundados…

Josema fue el primero en tomar una determinación tajante: “¡No aguanto más. Mañana me voy a Madrid y acepto el trabajo que me ofrecieron!”, “Cómo si quieres ir al fin del mundo—respondió ella—, para mí ya no supones nada”.

Lourdes vio cómo la niebla de diciembre engullía la espalda de Josema y llena de rabia esperó en la marquesina del autobús, el vehículo que le acercaría a su casa.

Las seis de la mañana y salvo pérdidas de conocimiento puntuales, Lourdes continuaba esperando la claridad de la mañana. Encendió la radio y escuchó en media hora, no menos de tres veces las consecuencias de unas elecciones y los destrozos parisinos de los “chalecos amarillos”. Estos mantras tampoco tuvieron el efecto somnífero pretendido. De repente, el locutor añadió una desgraciada noticia al “bucle” de las ya emitidas: “Debido a la espesa niebla, un vehículo se ha salido de la vía en la N-VI a la entrada de Madrid. Su único ocupante, un joven de veinticuatro años, ha resultado muerto”.

Un grito desgarrador inundó todos los espacios de la casa y, Lourdes se desplomó sollozando sobre la alfombra. Cuando consiguió salir del shock, se apresuró a llamar a Josema. Los tonos de llamada se sucedían y nadie contestaba. Volvió a intentarlo de nuevo y, cuando estaba a punto de desmayarse, una voz somnolienta atendió su llamada.
“Son las siete de la mañana. Qué haces llamándome a estas horas—contestó Josema.
“Perdóname. He tenido un terrible presagio. Más tarde te lo explicaré todo. Te quiero”.
“Yo también a ti, cariño. Mañana hablamos y hacemos planes. Ahora, duérmete”

jueves, 6 de diciembre de 2018


LA REFORMA
Crónicas de mi Periódico             6 de diciembre de 2018

PANES Y PECES

Hoy he estado pescando en el Mediterráneo, concretamente en Santa Pola. Clavadas en las rocas del espigón, mis cañas apuntaban al Este. Mi pensamiento también. Sin poder evitarlo, imaginaba a los migrantes que habían conseguido tomar tierra en Malta y que pronto serán reenviados a España y pensaba en la tripulación del pesquero “Nuestra Madre Loreto” que ¡por fin!, podría reanudar su tarea y regresar a nuestra patria, a ser posible, antes de que llegue la Navidad.

Mientras mandatarios del G-20 discutían en Argentina cuestiones muy importantes, los vecinos de Santa Pola se reunían en la Plaza de la Glorieta para pedir el inmediato regreso de familiares y amigos. Era un grupo numeroso, seguramente un G-200 que clamaba justicia y sentido común.

Olvidados del mundo, esta tripulación había sido abandonada a su suerte. Su pecado: haber cumplido con la regla más elemental de la navegación marítima cual es el recoger a náufragos, antes de que perecieran sin remedio en esa fosa común en la que se convertido nuestro mar Mediterráneo.

Cada vez estoy más convencido de que el mundo está loco. O para ser más exactos, sus dirigentes. Se erigen en salvadores del mundo y no son capaces de preocuparse por la vida de seres indefensos. Alguien debería recordarles que volver la espalda a los desfavorecidos de este mundo les desacredita. Hoy, hay pan y peces para todos, con tal de que ellos no atesoren todo el pan y con sus flamantes yates, destruyan todos los peces del planeta. Están convencidos de que “el pez grande se come al chico” y ellos son peces gordos.

Momentáneamente, la alegría, aunque tarde, ha regresados a los santapoleros que ya han dispuesto el recibimiento adecuado a estos héroes de la mar. No faltará el vino espumoso y sobre todo la pólvora de las grandes celebraciones. Más de uno estará pensando en reservar parte de la misma y arrojarla cuando algún político oportunista se sume a la fiesta. Quizás un cohete en el lugar en que la espalda pierde su nombre, sería un lugar adecuado. Es la misma espalda que han estado contemplando durante diez días interminablemente angustiosos.





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jueves, 22 de noviembre de 2018


PREMIO CERVANTES 2018

El premio Cervantes considerado como el Nobel de las letras hispanas, y dotado con 125.000 euros, ha recaído en el presente año, en la poeta uruguaya Ida Vitale.

Esta mujer se incorpora, a la reducida nómina de féminas galardonadas con este premio en los 40 años de historia del Cervantes. Antes que ella lo recibieron María Zambrano, Ana María Matute, Dulce María Loinaz y Elena Poniatowska.

Nacida en 1923, Ida Vitale es la última sobreviviente de la generación del 45 de la que formaron parte, entre otros, intelectuales como Mario Benedetti, Carlos Maggi o Ángel Rama(su primer marido).

Es autora de poemarios tan importantes como, Palabra dada, Mella y Criba, La luz de esta memoria, Paso a paso, Jardín de sílice, etc. En todos ellos su lenguaje está cargado de ironías y sutilezas en las que se detecta un claro influjo de Juan Ramón Jiménez, a quien considera su maestro en la poesía.
Acumula en su currículo importantes reconocimientos entre los que se encuentran el premio Internaional Octavio Paz de poesía(2009); Premio al Mérito Cultural de la Ciudad de México Carlos Monsivais ( 2014);Premio Internacional Alfonso Reyes (2014); Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana(2015); Premio Federico García Lorca (2016) ; Premio Max Jacobs (2017) y el Premio de la Feria del Libro de Guadalajara ( 2018).

Poeta, ensayista, crítica literaria y traductora, ha colaborado en numerosas publicaciones en los distintos países en los que vivió. Primeramente en México, a dónde emigro a causa de la dictadura uruguaya de aquel tiempo, después en Francia y últimamente en Texas (EE.UU.).

Vitale siempre ha sentido rechazo por la llamada poesía social o comprometida, porque con ella" ningún poeta ha conseguido el momento más decoroso de la poesía",  ni siquiera Pablo Neruda," cuyos mejores libros—afirma— no son los políticos"

El jurado,  presidido por la escritora y académica de la RAE, Carme Riera, ha otorgado el premio a esta escritora "por su lenguaje, uno de los más destacados y reconocidos de la poesía hodierna en español, que es al mismo tiempo intelectual y popular, universal y personal, transparente y honda. Convertida desde hace un tiempo en un referente fundamental para poetas de todas las generaciones y en todos los rincones del español".

La galardonada recibirá el premio el próximo 23 de abril (fecha del fallecimiento de Miguel de Cervantes) en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares.



domingo, 18 de noviembre de 2018


PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA" (51)

CAPÍTULO VI
La ilusión
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Faltaba más de una hora para el comienzo de la reunión y ya Margarita, se encontraba impaciente esperando a su querido Nacho. Preguntó unas cuantas veces a mi madre si el vestido verde veronés que estrenaba no marcaba sus formas, pese a ceñirlo con un cinturón ancho de amplia hebilla, y no dejaba de comprobarlo mirándose una y otra vez ante el espejo del gabinete materno, adoptando todas las posturas imaginables. A mí me consultó si lo que resultaba más apropiado para el peinado recogido que llevaba, era una cinta o un prendedor. “¡Anda, maja!”, le contesté, que era una manera de indicarle que se estaba poniendo muy pesadita, y la pobre se quedó con la duda mientras se limaba por enésima vez las uñas. El no hacerle caso era fruto de mi nerviosismo. Bastante tenía yo con componer mi vestuario para que mi figura recordara, siquiera en este apartado, a la de Humphrey Bogart, puesto que me iba a emparejar con Audrey Hepburn. Por fin me decidí por un jersey gris de cuello en pico complementado con unos pantalones “príncipe de Gales” que conservaban todavía la prestancia de la primera puesta. Rebusqué en el armario una camisa a juego, hasta decidirme por una a cuadros que, con el complemento de las ballenas en el cuello, quedaba muy aparente. No abroché intencionadamente el primer botón, pensando que este detalle me daría un aspecto de descuidada elegancia que no pasaría desapercibido para Cécile. Con una crema facial traté de disimular los pequeños cortes con los que la hoja Palmera me había señalado la cara esa misma mañana y que no eran sino consecuencia de mi inexperiencia en el tema del afeitado. Me apliqué a continuación un buen masaje con el Floyd, por sus efectos cicatrizantes, pareciéndome después que una fragancia varonil más intensa, aumentaría mi atractivo, por lo que no dudé en perfumarme con el “Varón Dandy”, paterno, aunque el aroma delatara su procedencia.
Pronto llegaron los invitados y, entre ellos, Nacho, que al ver a mi hermana volvió a exclamar: ¡Wooooaaahhh! que al parecer era lo único que salía de su boca cuando la belleza de Margarita le agarrotaba sus cuerdas vocales. A mí me sucedió con Cécile casi lo mismo. Quedé tan impresionado con su elegante forma de vestir que no pronuncié palabra cuando le di los besos de bienvenida. Llevaba un vestido rojo y una elegantísima torerita negra que realzaban ¡y de qué manera! sus formas adolescentes y su evocador cuello de cisne, resaltando de paso aquellos ojos de intenso azul que iluminaban mis días cuando los contemplaba y mis noches cuando los soñaba. A la que no se le cortó el habla fue a Goyita. Ponderó la decoración, alabó la pista de baile, pero no pudo disimular su alegría cuando descubrió las “medias noches”. Por su parte, Daniel, tuvo el detalle de traer de casa un surtido de discos de música variada: valses, tangos, boleros y rancheras.
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jueves, 15 de noviembre de 2018



PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (51)
CAPÍTULO III
La casa del abuelo
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Después de soltar esta perorata, el abuelo, estirando y encogiendo párpados y labios, se agarró a la silla, luego a la mesa, se cambió de mano por dos veces el bastón y dando un fuerte resoplido, consiguió por fin sentarse.
Como si el quejido fuera una señal de inicio, mi madre aprovechó la ocasión para bendecir la mesa, como hacíamos todos los días.
―Te damos gracias, Señor, por el alimento que tan generosamente nos concedes. Fortalece nuestro cuerpo y aumenta nuestra fe para que, siendo fieles al Evangelio, compartamos un día con nuestros hermanos mejores manjares en la mesa celestial de tu Reino.
―Amén ―respondimos todos al unísono, no con tanta devoción como deseosos de paladear cuanto antes las exquisitas judías estofadas que Petra nos había preparado.
Mi madre, atenta como siempre al más necesitado, creyó que era urgente atender a Jeremías, y en un tono jovial le dijo:
―Ea, Jeremías acércame el plato, que por ser nuestro invitado, te voy a servir el primero.
Jeremías se sonrió y, una vez servido, sin esperar a que las judías llegaran a nuestros platos, sumergió la cuchara en el suyo y las fue engullendo con tanta animosidad que cuando mi madre concluyó la ronda, preguntó:
―¿Se puede repetir?
―Si hijo, faltaría más ―dijo mi madre, escanciándole otros dos buenos cazos de judías.
―Si quieres, puedes comerte las mías ―arguyó el abuelo quién, entornando los ojos, quizás recordando épocas pasadas, exclamó resignadamente:
―Ya no me vuelve el apetito, aunque tenga delante unas buenas judías con chorizo.
Durante unos minutos sólo se oyó una sinfonía de percusión en la que las cucharas, como improvisadas baquetas, golpeaban con energía los platos, hasta que el abuelo, que asistía resignado al espectáculo, tomó la palabra para decirnos lo que seguramente había estado rumiando en los últimos meses de soledad:
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domingo, 11 de noviembre de 2018



CONCIERTO EN LA CATEDRAL DE VALLADOLID

El pasado viernes, cuantos nos acercamos a la Catedral, tuvimos ocasión de escuchar al coro "Schola Antiqua", dirigido por Juan Carlos Asensio, en un Concierto enmarcado dentro de los Actos Conmemorativos del IX Centenario del Fallecimiento del Conde Ansúrez, repoblador de la ciudad de Valladolid.

La "Schola Antiqua", desde su fundación en 1984, ha venido actuando en festivales en Europa, Estados Unidos, Centroamérica, Próximo Oriente y Japón. Su amplia discografía incluye trabajos dedicados al canto mozárabe, al canto gregoriano y a reconstrucciones históricas de polifonía. Entre sus proyectos para este curso figuran su participación en el Festival de Música sacra de Bogotá, en la Capilla Palatina de Aquisgrán, en la abadía de Ciervaux y la reconstrucción de las Vísperas Solemnes de Confesores de José Nebra junto a La Grande Chapelle.

En la primera parte, este coro madrileño interpretó magistralmente, varios oficios de difuntos de canto hispano visigodo (mozárabe) que surge de la unificación del rito litúrgico hispano en el Concilio de Toledo de 633, bajo la tutela de San Isidoro de Sevilla.

La segunda parte estuvo dedicada al "officium defunctorum" en una bella conjunción de voces en polifonía gregoriana.

Ambas actuaciones que corresponden a música de réquiem en tiempos del Conde Ansúrez (1037-1119), fueron muy aplaudidas por el entendido público que llenaba el amplio espacio de la seo herreriana.

Este concierto, es el segundo de un total de cuatro que ha sido organizado por la Fundación Joaquín Díaz y el Ayuntamiento de Valladolid y se completará los días 22 y 23 con un simposio en el que cinco expertos hablarán, en la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, sobre las distintas músicas medievales.

Dada la elevada calidad de los participantes, será muy interesante poder asistir tanto a las audiciones así, como al propio simposio.

Fotografía de Santos Pintor Galán

domingo, 28 de octubre de 2018


CUENTO  VENECIANO

Con la mirada limpia de quien desea conocer el mundo que le rodea, se pasaba horas y horas escrutando tras los visillos del mirador, el pasar ajetreado de los gondoleros que surtían de aperos y víveres a los habitantes de Venecia, mientras bordaba en finas telas, banderolas, gallardetes, reposteros... que luego su padre vendería a la gente más influyente de la ciudad para ornamento de sus casas y ejércitos.

A sus dieciséis años, Valeria puso como excusa ser este mirador el lugar más tranquilo de la mansión, para observar el paso de las gentes que cruzaban el puente sobre el canal y el discurrir de las embarcaciones por el mismo. Entre los gondoleros, uno acaparaba su atención. Destacaba entre todos los demás por su apostura y belleza. Se sentía cautivada por su melena rubia, el cuidadoso manejo con el que movía el remo y el balanceo cadencioso  con el que resaltaba a cada vaivén, la armónica proporción de un cuerpo juvenil y musculoso. 

Desde que escuchara: "¡Buongiorno, Fabrizio!" al cruzarse su góndola en la angostura del canal, con la de un compañero, el nombre de Fabrizio se grabó en su mente, de tal manera que soñaba con el momento en que pudiera llamarle a viva voz, pues, sin darse cuenta, ya lo musitaba cada vez que su amor platónico pasaba ante el mirador.

No pudiendo vencer por más tiempo esta tensión emocional, un buen día, Valeria tuvo el atrevimiento de descorrer el visillo y agitar su mano saludándole. Fabrizio detuvo entonces su góndola ante el balcón e inclinándose respetuosamente, confesó a la dama, no haber visto jamás belleza alguna que pudiera compararse a la suya. A partir de ese encuentro, Fabrizio se detenía ante el mirador cada vez que su tarea le llevaba por el canal en donde se encontraba la casa de la joven, que ya, venciendo toda timidez, intercambia con él pequeñas pláticas sin que su padre fuera sabedor de ellas.

De los primeros galanteos, pasaron sin percatarse a los requiebros amorosos y a la mutua confesión de sus amores, de manera que se hizo famosa una cancioncilla que se escuchaba en todas las plazas de la ciudad.

Non sarai innamorato
se non ami, come Fabrizio
adora la dolce Valeria.
Un amore,talmente puro,
Venezia mai lo conobbe.

No tardó mucho tiempo Gennaro Montepussi, padre de Valeria, en conocer estos amoríos que le causaron un hondo pesar, pues él había concertado matrimonio para su hija, con el primogénito de un rico comerciante de la ciudad, de manera que, a partir de ese instante, recluyó a su hija en una estancia situada en la parte más elevada de la casa cuya ventana daba a la parte opuesta a la que se encontraba el canal.

Al percatarse Fabrizio de que su amada no acudía a su llamada, paraba cada día su góndola ante el mirador y entre lágrimas exclamaba repetidamente: "¡Ti amo, Valeria!", con la esperanza de obtener respuesta. Ponía tanto ardor en su declamación, que pronto encontró el apoyo incondicional de amigos y viandantes que unían sus voces a las de él en un intento de que el clamor llegara a los oídos de su amada. Fue tal la empatía de este gesto de amor desgarrado que pocos días después, los venecianos optaron por congregarse ante la Torre dell´Orologio y, coincidiendo con la última campanada de las doce de la mañana, lanzar como una sola voz su plegaria enamorada: "¡Ti amo, Valeria!"

Imposible que el dux no escuchara desde el cercano Palacio Ducal esta unánime declaración de amor y de que no se enterara del motivo que lo originaba, por lo que mandó llamar de inmediato a Gennaro, al que le habló de esta manera:

"El amor es el don más preciado que se ha concedido a la especie humana. Quien ama ya es rico, pues posee la felicidad con la que podrá vencer los avatares de la vida. Fabrizio con su actitud ha demostrado que el amor por tu hija es puro y que es capaz de hacer cualquier cosa por conseguirlo. No te avergüences de emparentarte con un humilde gondolero, pues a partir de mañana, entrará a mi servicio y será quien dirija mi nave cuando tenga necesidad de salir de Palacio"

Gennaro acepto de buen grado las indicaciones del dux y Valeria retornó al mirador desde el que pudo seguir platicando con Fabrizio hasta el día en que unieron sus vidas para siempre.

Cuenta la leyenda, que si estás verdaderamente enamorado, todavía puedes escuchar  en el sotoportego de le acque, una voz que rasga el silencio de la noche:"¡Ti amo, Valeria!"

Fotografías de Pura Muñoz y Antonio Maeso.





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