domingo, 29 de enero de 2017

AMOR AUSENTE


Vagabundo de amor sin tu mirada,
perdido en el umbral de la tristeza,
no veo flor que iguale tu belleza:
viva ilusión, a mi pesar, raptada.

¡Quién pudiera volar cual ave alada,
para apreciar de cerca la lindeza:
diosa de amor, ejemplo de guapeza,
y sanar de mi pecho la lanzada!

Pensando hoy, al despuntar el día
que también viviré de desencanto,
he creído escuchar la sinfonía,

tu clara voz, el habla como canto,
llamándome en tierna melodía.
Al ver que era un ensueño, rompí en llanto.



jueves, 26 de enero de 2017


LAVAR Y PEINAR

Estar a punto de cumplir los cincuenta y no haber encontrado un hombre con el que poder compartir amor y ternura, era para Clara, una pesada losa con la que iniciaba su andadura diaria. Perdida la flor de su juventud, las muchas promesas incumplidas y los subsiguientes desengaños amorosos, habían quebrantado hasta tal extremo su deseo de agradar, que no prestaba atención a todo lo concerniente a su arreglo personal, dando la  apariencia de una mujer de mayor edad, descuidada, conformista e indiferente. Contemplaba el mundo sintiéndose ajena a todo cuanto ocurría en él y ni siquiera se molestaba en ser la protagonista de su propia historia personal.

Afortunadamente para ella, las cosas empezaron a tomar otro cariz, el día en que recibió una invitación para asistir a la boda de un pariente lejano. No de muy buena gana, adquirió un vestido de ceremonia y, casi obligada y acompañada de su mejor amiga, penetró en la peluquería de Fran para someterse a un radical cambio de look. Conocedor de su oficio, las hábiles tijeras del estilista, cortaron y recortaron mechones de aquel cabello, durante tanto tiempo maltratado; tiñó canas, suavizó y dio brillo a la abandonada cabellera, modelándola hasta conseguir que fuera el marco ideal en el que el rostro de Clara resplandecía jovial y atrayente. Al concluir la sesión, al mirarse en el espejo se encontró favorecida, reconociendo, con absoluta sinceridad, que peinado, busto y caderas componían un todo armónico altamente sugerente para los futuros comensales masculinos. 

Y no estaba equivocada. Su presencia en el enlace no pasó desapercibida para parientes y conocidos y mucho menos para Germán, un apuesto y atractivo militar retirado, que desde que enviudó, hacía ya algunos años, buscaba remedio para abandonar a un mismo tiempo soledad y necesidad. Acostumbrado a batirse en mil batallas amorosas en tiempos de austeridad afectiva, no le fue difícil arrancar de Clara el compromiso de verse de nuevo y tratar de conocerse más a fondo. Clara aceptó complacida el ofrecimiento, aunque el militar la aventajara en edad y posición social, si bien su semblante no consiguiera ocultar, pese a la aparente amabilidad, rasgos de autoritarismo. De cualquier forma, desde ese momento, Clara, tomó conciencia de su valía y comenzó a preocuparse por adecentar el porte, comenzando por acudir semanalmente a la peluquería de Fran a quien consideraba artífice importante de su espectacular cambio. A él le confiaba cada encuentro con Germán para que opinara sobre lo que le decía y el modo en que debería actuar para que la relación progresara. Fran, daba su parecer y le advertía: " Da tiempo al tiempo. No te precipites", mientras que con una lentitud inusual componía el cabello de su clienta. A medida que pasaban las semanas, Fran dedicaba más y más tiempo a Clara, pues las pláticas entre ellos le resultaban del todo interesantes, esperando con creciente ansiedad su próxima visita.   

Sin embargo, un buen día, Clara se presentó de improviso en la peluquería y con un gesto de preocupación, dijo a Fran: "Tengo que hablar contigo. Sé que no estoy citada, pero me tienes que teñir. Germán me ha pedido en matrimonio". Fran, reponiéndose de la noticia y tras observarla, dijo con voz afectada: "Ven, siéntate. No necesitas tinte, simplemente, lavar y peinar". Tomó el champú en sus manos, lo extendió sobre la cabeza que se ofrecía sumisa y comenzó diciendo: "Durante el tiempo de tu noviazgo he escuchado pacientemente toda tu relación y pienso haber obrado honestamente aconsejándote sobre el modo de comportarte. He sufrido lo indecible pensando, que cada vez que te acariciaba el cabello, otras manos podrían posarse en él sin la delicadeza con la que yo lo trato. Te pedía que volvieras cada semana con el deseo de verte de nuevo, deleitándome con tu presencia. Confieso, que hasta hoy, me ha faltado el valor necesario para decírtelo por no estropear tu ilusión, pero ha llegado el momento de confesarte que tú y yo podíamos empezar a pensar en recorrer juntos un camino diferente y duradero. Te quiero, Clara; estoy convencido de que te quiero y pienso que conmigo serías más feliz que con Germán"—concluyó mirando en el espejo el rostro de Clara, que se había incorporado".

Con la cabeza empapada, Clara, se colocó una toalla a modo de turbante y pidió a Fran que se sentara junto a ella. "Tengo necesidad de sincerarme contigo—comenzó diciendo—. En los últimos meses, no he te he contado la verdad. Es cierto que con Germán salí dos o tres veces; lo hice hasta desengañarme de su amor fingido, porque su interés por mí era únicamente material: ansiaba mi cuerpo y no mi alma. Entonces, empecé a imaginar conversaciones que me hubieran agradado escuchar, recibiendo por tu parte respuestas con las que me ibas enamorando, día a día. Venía a la peluquería con la única intención de conocer cómo respondías a mis fantasías y de sentir tus manos acariciando mi cabeza, estremeciéndome con el roce de tus dedos sobre mi nuca... Hoy, he decidido no  continuar con la farsa y me inventé la apremiante boda para saber cuál sería tu reacción —con los ojos húmedos, prosiguió—. Te ruego que me perdones por haber utilizado esta estratagema, pero era el recurso que me quedaba para comprobar si era cierto que lo que me aconsejabas que dijera a Germán, era en realidad lo que tú deseabas escuchar.   

Fran la miró con ternura. Con sus manos, apretó suavemente la toalla, acariciando más que secando el cabello y acercando su rostro al suyo la besó con incontenible pasión. Abrazados la llevó casi en volandas  hasta colocar suavemente la cabeza de su amada sobre el lavabo y dijo embargado por la emoción:

"Hoy no tienes necesidad de teñirte, para iniciar nuestro romance basta con un sencillo: lavar y peinar".







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jueves, 19 de enero de 2017

AMOR IMPOSIBLE

En la serena noche descubrí una estrella
rutilante, seductora y firme
como aquella otra que visité, cuando de joven,
recorría fascinado, palmo a palmo,
el universo todo.
Igual que entonces, atrayente y plateada,
orla el camino del infatigable buscador de sueños.

Por la mañana perdí su estela
pero no la esperanza de verla,
radiante de nuevo,
en la noche siguiente.

Hay amores inalcanzables
por sutiles y lejanos,
que guiñan sus ojos reclamándonos
cuando ya no hay respuesta posible.

Hay sueños repetidos,
 que a fuerza de soñarlos,
parecen reales y hay realidades
no soñadas, que nos abren por momentos,
la visión de lo intangible,
para que no nos sorprenda la noche
sin la ilusión de lo eterno.

domingo, 15 de enero de 2017

CONVERSACIONES CON ÓSCAR (III)

 


.Haber batido el récord por estar nominada en siete categorías a los Globos de Oro y obtener los siete, ha sido suficiente reclamo para que, anteayer, día de su estreno en España, fuera a visionar este Musical, esperanzado en que al hacerlo no saldría defraudado y, efectivamente, no sólo no me defraudó, sino que por el contrario, mi impresión fue altamente positiva. LA.LA.LAND (que es su nombre original y que hace referencia a la ciudad de Los Ángeles), es un Musical que supera a cuantos se han filmado hasta el momento. Su joven director, Damien  Chazelle, que ya dio muestra de su talento en Whiplash, recrea una historia de sueños juveniles y de amor, con escenas que recuerdan a Grease, West Side Story, Los paraguas de Cherburgo o Cantando bajo la lluvia, pero superándolas a todas ellas en cuanto a profundidad de guión, coreografía y, sobre todo, en unidad temática, haciendo que las dos horas que dura el espectáculo, se conviertan en pura delicia para los sentidos.

Mia (Emma Stone), es una joven que sueña con ser actriz, fracasando en cuantos casting se presenta. Sebastian (Ryan Gosling) ,es un joven y soñador músico que está empeñado en que el auténtico jazz no desaparezca, lo que le ocasionará no encontrar trabajo estable, al ir  en contracorriente con los gustos musicales imperantes del momento. Cuando los protagonistas se encuentran, surge la mutua atracción: el romance; una historia de amor descrita de una forma absolutamente entrañable, romántica y creíble.  Damien Chazelle, consigue con acierto indiscutible saber combinar, magistralmente, escenas reales con oníricas, dando a cada una de ellas el punto exacto de luminosidad, la musicalidad de fondo, preferentemente de jazz, y la temporalidad de acción al situarla a mediados del siglo pasado, lo que impregna toda la cinta de un aire nostálgico y retro.

El discurrir del tiempo hace que los sueños se vean superados por la cruda realidad, aunque en la mente de los protagonistas quedarán grabados de por vida, sus afanes juveniles a los que recordarán con nostalgia y melancolía.

La interpretación de los actores resulta magnífica. Sorprendente, diría yo, en el caso de los protagonistas, con multitud de registros que van desde la ilusión hasta la desolación. Es por ello por lo que se perfilan, junto con la película, como serios aspirantes para obtención de más de un Óscar.

Mención especial merece la Banda sonora, a cuyos acordes, pegadizos y románticos, los personajes se mecen. Entre ellos, destacaré los siguientes Temas musicales: City of Stars, Mia&Sebastian. Theme, Star a Fire, y The Fools Who Dream. En este último, que es un monólogo de Mia, los subtítulos hacen una traducción muy libre de la letra original, pero que resume el mensaje del film: "Brindo por los soñadores", canta la protagonista. Tanto la Banda sonora como las letras de los Temas, los podéis encontrar en YouTube:https://youtu.be/UlunjmpaRVU
Termino haciendo una recomendación a todos mis amigos lectores, especialmente a los que os habéis marcado unos objetivos y soñáis con alcanzarlos:por favor, no dejéis de ver este Musical

jueves, 12 de enero de 2017



ARACELI SAGÜILLO

La excelente poetisa Araceli Sagüillo, directora del conocido encuentro semanal poético literario Los Viernes del Sarmiento, ha recibido ayer en el teatro "Zorrilla" de Valladolid, un merecido homenaje coincidiendo con la presentación del que hasta  ahora es su último poemario, que lleva por título: Las Moiras.

En el Acto, junto al editor, Pablo Méndez, intervinieron los prestigiosos literatos, Carlos Aganzo,  y Jorge Tamargo. Ante el numeroso público asistente, Araceli, tras agradecer los afectos recibidos, declamó, con exquisito gusto, algunos de los poemas de los que consta su nuevo trabajo, que es todo un compendio de versos maduros, directos y profundos.

Después de sus poemarios: Mujer, Tiempo de silencio, Manantial, Lo que nunca se encuentra, El ático vacio o Desde entonces..., Araceli, nos deleita con una poesía de corte autodidacta e intimista  que deja entrever buena parte de su experiencia vital. Son poemas que describen ese "hilo de la vida" controlado por Cloto, Láquesis y Átropos, las tres Moiras, que parecen estar dirigiendo el destino de cada uno; poemas concebidos para leer y releer pausadamente y poder apreciar metáforas construidas con palabras de significado contrapuesto, pareciendo como si una débil luz de lamparilla que ilumina el arcano desvelado, fuera tomando, progresivamente, la fuerza necesaria para resplandecer en la conciencia del lector, desbordado por tanta belleza plástica. En suma, poemas y micropoemas cuyo mensaje nos cala, agitando la percepción sensible de nuestro "yo" más insondable. Reciba por ello la autora, mi más cordial felicitación.

Como he tenido la fortuna de leer anticipadamente este poemario, extraigo de él unos versos que me han impactado y que confirman cuanto acabo de exponer:

Seguimos caminando por un país perdido
sabiendo que mañana se cerrarán los balcones
y el brillo de la luna habitará de golpe sueños y cielo.

Para seguir la vida hay que abrir ventanas,
hay que abrir balcones, donde el viento se balancee
entre todas las corrientes, entre las demás auroras.

Seguimos buscando la luz de los azoques,
esa luz brillantísima que en la tierra no existe,
la luz que entre las nubes a veces se divisa,
y envuelta entre los árboles, nos sigue y acaricia.

Nos hemos acostumbrado a ignorar a las estrellas,
a los montes de la luna, a las islas del ocaso...
Y hasta nos olvidamos que en la paz redonda
de nuestra calle estrecha, sigue creciendo la vida.


jueves, 5 de enero de 2017

PASAJES DE "CÉCILE.AMORÍOS Y MELANCOLÍAS..."  (32)

CAPÍTULO V
La Acogida

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En una tarde a finales de diciembre, que se presumía maravillosa, recibimos la visita de mi tía Gertru, que vino a casa a merendar siguiendo la costumbre de hacerlo al menos tres veces por semana. Su presencia fue anunciada por tata Lola y confirmada por el aroma de agua de rosas que la oronda mujer esparcía con el abanico, del que no se desprendía ni en el invierno. Los sofocos no le impedían mover la lengua con tanta agilidad como el abanico, encomendado siempre a la mano izquierda, pues la derecha debía estar libre para alcanzar la bollería, las pastas o cualquier comestible que se pusiera a su alcance. En la conversación surgió, como era de prever, la llegada de Nacho, para la que mi tía ya tenía sus planes:
―Estaba pensando ―dijo a mi madre tía Gertru, que no concebía una merienda sin engullir churros con chocolate― que tal vez Alvarito pudiera ayudarnos en una cuestión que no podemos pasar por alto: cuando venga Nacho, nuestra pareja de tortolitos deberá tener quien les acompañe por esas calles de Dios, porque es fácil imaginar lo que dirían las lenguas afiladas de nuestras amistades si les ven pasear solos, cuando todavía no están comprometidos. Alvarito puede hacer la función de “carabina”, y para que el pobre no esté desparejado, le pediremos a Goyita que le acompañe. Estoy segura de que aceptará, ¡es una muchacha tan servicial!
―¡Nooooo...! ―grité, dando un respingo en el sofá en donde me encontraba, atento a la conversación, tras oír pronunciar mi nombre―. ¡Me niego rotundamente! ¡No estoy dispuesto a caminar por los bordillos con Goyita ocupando toda la acera!
Esta exclamación, exagerada sin duda, respondía al mal recuerdo que tenía de haber ejercido de “carabinero” de mi hermana durante el último verano. Al decirlo, debí herir la sensibilidad de tía Gertru, porque dado su volumen, era una acérrima defensora de toda mujer que sobrepasara, como ella, los cien kilos. Sorprendida por mi negativa, paró en seco la trayectoria del churro que tenía en la mano y respondió airada:
―Pues hijo... Más vale tener que no desear. Has de saber que las mujeres rellenitas somos un ahorro para nuestros maridos, en ropa y en calefacción, porque las tallas grandes siempre están de oferta y en la cama damos calor y comodidad. Las carnes magras son el mejor colchón lateral en que pueden apoyarse y calentarse nuestros cónyuges. En vida, a mi pobre Cesáreo nunca le importó que me gustara comer, porque sabía que conmigo se lo ahorraba en ropa, y por las noches, agradecía dormirse acurrucado a mi lado… ―Y, seguramente, sin relación alguna con lo que acababa de decir, remojó con fruición varias veces el churro en la taza de chocolate.

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domingo, 1 de enero de 2017

PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (32)

CAPÍTULO I
El Viaje
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Las amistades del Círculo de Recreo eran necesarias, no sólo para estar al día de lo acontecido en la ciudad, sino que el entramado de relaciones proporcionaba clientes para surtir a despachos y consultas de todos los miembros. Fue por este medio como a la notaría de mi padre arribó un buen día el taxista Félix Ríos, al heredar éste de su difunta madre, casa y bodega en Fuensaldaña. Durante el otorgamiento del testamento las confidencias debieron ser excelentes, más tratándose de una villa tan cercana a la capital, y como quiera que el bueno de Félix llevara, días más tarde, unas botellas de clarete en agradecimiento al trato recibido, en ese instante el susodicho quedó confirmado como taxista oficial de nuestra real casa.
Un buen día, a principios del mes de Julio, mi padre me indicó:
―Acompáñame, hemos de hacer una gestión ―dijo, mientras se colocaba el sombrero de Panamá color carne, a juego con el traje de lino recién planchado.
Más que acompañarle, lo que hice fue seguirle como pude. Durante el trayecto me esforcé en abrir el compás de mis piernas, avivando a cada paso el ritmo de la zancada, sin conseguir darle alcance; trotaba tras él a dos o tres metros de distancia, con la lengua fuera. Mi padre era así: cuando tenía alguna misión importante que cumplir, desarrollaba una increíble velocidad de crucero, y aquel día el objetivo era nada menos que apalabrar el vehículo que habría de transportarnos a la estación.
No resultó difícil dar con Félix; se sujetaba aculado en una columna, bajo los soportales de Fuente Dorada, con el oído pegado al cajetín del teléfono, mirando al infinito por debajo de la gorra, mientras mordisqueaba un mondadientes. Cuando se dio cuenta de la presencia de mi padre, intentó componer la figura, enderezándose. ¡Demasiado tarde! Mi padre se colocó ante él con la ventaja del factor sorpresa, y tras intercambiar un breve saludo, le anunció firme y autoritariamente:
―El día catorce nos toca madrugar, ya sabes, nos vamos al pueblo. Sé que la hora es un poco intempestiva, pero de esta manera evitamos la calima. Procura no dormirte; el ferrocarril no espera. Con que estés en el portal a las dos y media será suficiente ¡Ah! y no te olvides de ajustar algún otro taxista: necesitamos dos coches, A mi regreso, pásate un día por la notaría y hacemos cuentas.
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